DMS ONE: la solución más usada en automoción
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H&CO
05-nov-2025 9:23:10
La industria química mexicana atraviesa una etapa de transformación que combina innovación, regulación y sostenibilidad. Soluciones químicas para el campo y la industria y estrategias de mitigación ambiental contribuyen al desarrollo económico y social del país. La articulación entre ciencia, política pública y mercado perfila un horizonte donde la química será clave para mejorar la calidad de vida.
México posee una de las bases industriales más diversificadas de América Latina, y la industria química es su columna vertebral. Participa directamente en muchos de los procesos industriales del país. De esta manera, aportando insumos a sectores tan distintos como la agroindustria, la energía, los alimentos, la farmacéutica o el tratamiento de aguas.
El peso estratégico se mide tanto por su impacto en el sector industrial, como por su contribución al empleo, la innovación y el desarrollo económico regional. Según la Asociación Nacional de la Industria química (ANIQ), durante 2024 México produjo más de 21 mil toneladas de productos químicos. Estos alimentan múltiples procesos de fabricación y procesos de producción, esenciales para la vida cotidiana: desde empaques, detergentes y combustibles hasta fertilizantes nitrogenados, polímeros y aditivos.
En este marco, las sustancias químicas no son solo componentes de reacción: son herramientas de transformación productiva. Su aplicación adecuada y su gestión responsable definen el nivel de competitividad, sostenibilidad y seguridad con el que México encara los desafíos del siglo XXI.
La química aplicada en el agro y la manufactura mexicana comparte un mismo propósito: potenciar la productividad de manera eficiente, segura y sustentable. Tanto en el manejo del suelo como en los procesos industriales, las soluciones químicas optimizan tecnología, reducen impactos ambientales e incluyen la trazabilidad de insumos.
El enfoque institucional mexicano es liderado por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA), la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP). Se busca que cada producto químico utilizado en el campo o en la industria cumpla con criterios de eficacia, inocuidad y sostenibilidad.
El reto es garantizar que las sustancias químicas se integren a la cadena de valor como aliadas de la innovación, no como fuentes de riesgo.
Los fertilizantes nitrogenados, los plaguicidas, los adyuvantes y los acondicionadores del suelo constituyen pilares de la agricultura moderna mexicana. Su empleo sostenido permite mejorar la productividad, mantener la competitividad del agro y asegurar la estabilidad del suministro alimentario.
Sin embargo, el uso de estos productos químicos exige un manejo técnico y responsable, basado en evidencia científica y regulado por las autoridades competentes. La industria química mexicana trabaja en conjunto con el Estado y con organismos internacionales para fortalecer la sostenibilidad de los procesos de producción en el campo.
La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD México) impulsan proyectos innovadores. Entre ellos, FARM+ se orienta a financiar la transición hacia bioinsumos y promover el reemplazo de sustancias químicas de alta peligrosidad. Estas iniciativas buscan equilibrar el desarrollo económico y social del medio rural con la protección de la salud humana y del ambiente.
En paralelo, el decreto federal de 2025 prohíbe el uso de 35 plaguicidas considerados peligrosos. Esto marca un punto de inflexión para el sector: la producción agrícola debe ser eficiente, pero también segura y sustentable. Este tipo de políticas públicas estimula procesos químicos más limpios, fomenta la innovación con baja toxicidad y acelera la incorporación de buenas prácticas agrícolas.
Para el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), la aplicación racional de fertilizantes nitrogenados y micronutrientes puede reducir las pérdidas de nitrógeno al ambiente. Esta mejora se logra a través de procesos industriales más eficientes, análisis de suelo, calibración de equipos y formulaciones específicas por región o tipo de cultivo. La reducción de pérdidas mejora la rentabilidad del productor y disminuye la huella ambiental y refuerza el compromiso del país con los objetivos de sostenibilidad.
Además, los procesos químicos detrás de los adyuvantes —como tensioactivos y estabilizantes— contribuyen a elevar la eficiencia del campo mexicano. Estos compuestos mejoran la absorción foliar de los agroquímicos, reducen el desperdicio de producto y aseguran una distribución más uniforme en las aplicaciones.
En materia de regulación, la SADER ha elaborado el Manual para el Buen Uso y Manejo de Plaguicidas en Campo. Es un documento técnico que establece lineamientos claros sobre almacenamiento, transporte, dosificación y tratamiento de residuos. Este instrumento se convirtió en una referencia fundamental para productores, técnicos y distribuidores. Su enfoque es coherente con una visión moderna del sector industrial químico, donde la sostenibilidad y la eficiencia deben avanzar de manera conjunta.
El consenso institucional que surge de estas políticas y programas es claro. Los químicos industriales seguirán siendo indispensables para garantizar la productividad agrícola. No obstante, su gestión debe integrarse a modelos de innovación, capacitación y responsabilidad ambiental.
La industria química se consolida como un socio estratégico del agro mexicano, porque aporta soluciones científicas que fortalecen la seguridad alimentaria y protejan el entorno. El trabajo coordinado entre organismos públicos, empresas y centros de investigación impulsa un modelo de producción que conjuga rentabilidad, sostenibilidad y bienestar para las generaciones futuras.
Las soluciones químicas también se usan en innumerables procesos de producción industrial que sostienen la economía mexicana y su integración en las cadenas globales de valor. Desde la transformación de materias primas hasta la manufactura de bienes intermedios y finales. Los productos químicos permiten optimizar rendimientos, reducir costos y garantizar estándares de calidad de vida que repercuten en toda la sociedad. Su impacto es económico y social, porque sin ellos, sería impensable el desarrollo de sectores como la energía, los alimentos, la minería o la construcción.
Los químicos industriales actúan como catalizadores, solventes, reactivos o aditivos que intervienen en cada etapa de los procesos industriales. Esto abarca desde la elaboración de fertilizantes nitrogenados, determinantes para el agro, hasta la producción de detergentes, plásticos, pinturas, medicamentos o materiales de construcción. En todos los casos, la eficiencia y la sustentabilidad de los procesos son factores clave para mantener la competitividad y contribuir al desarrollo económico.
Entre los compuestos más relevantes se encuentran el ácido sulfúrico, el hidróxido de sodio y el amoníaco, pilares de los procesos de fabricación en múltiples ramas. El ácido sulfúrico, por ejemplo, se emplea en la obtención de fertilizantes, la refinación de petróleo, el tratamiento de metales y la síntesis de otros compuestos. El hidróxido de sodio tiene diversas aplicaciones en la producción de papel y textiles, hasta la purificación de petróleo y el tratamiento de aguas.
Además, las sustancias químicas cumplen un rol esencial en la innovación tecnológica. El desarrollo de nuevos materiales, recubrimientos y aditivos impulsa la creación de productos más duraderos, eficientes y sostenibles. En los sectores automotriz y energético los químicos industriales ayudan a reducir emisiones, mejorar el desempeño de motores y extender la vida útil de los componentes.
El compromiso ambiental también es parte de esta evolución. La industria química mexicana avanza hacia modelos de procesos de fabricación más limpios, apoyándose en la economía circular y en la reutilización de residuos. La aplicación de procesos químicos controlados y la gestión responsable de sustancias químicas peligrosas resultan esenciales para mitigar riesgos y preservar los recursos naturales.
El sector ha integrado los objetivos de sostenibilidad a su estrategia productiva. En este sentido, es destacable la inversión en tecnologías de tratamiento de aguas y en soluciones para reducir la huella de carbono industrial.
La articulación entre el sector público, la academia y las empresas es otro factor determinante. Los programas de innovación y capacitación impulsados por instituciones nacionales han fortalecido la adopción de buenas prácticas en seguridad y eficiencia energética. Esto ha permitido que la industria química mexicana mantenga un crecimiento sostenido y una participación destacada dentro del panorama regional.
Asimismo, la diversificación del portafolio de productos químicos ha permitido atender tanto la demanda interna como los mercados de exportación. Se desarrollan sustancias químicas específicas para la industria farmacéutica, alimentaria, textil y de cuidado personal, sectores en los que la innovación constante es clave. Este dinamismo genera un efecto multiplicador en el empleo, la formación de talento y la consolidación de cadenas de suministro locales.
La contribución de la industria mexicana al desarrollo nacional va más allá de lo técnico. Se trata de equilibrar crecimiento, sostenibilidad y calidad de vida. Para eso, el foco estratégico está puesto en optimizar los procesos de fabricación, reducir impactos ambientales y sostener la eficiencia.
El vínculo entre la industria química y el medio ambiente es complejo y estratégico. México participa activamente en marcos internacionales, con los que busca equilibrar desarrollo con protección ambiental. Entre ellos caben destacar el Enfoque Estratégico para la Gestión de Sustancias químicas (SAICM) y las recomendaciones de la FAO sobre plaguicidas.
A nivel nacional, la SEMARNAT coordina evaluaciones de impacto ambiental y normas sobre emisiones, residuos peligrosos y tratamiento de aguas residuales industriales. Estas políticas establecen límites de descarga, monitoreo de contaminantes y responsabilidades empresariales en la gestión de desechos químicos.
Por su parte, la SADER y el SENASICA implementan sistemas de control de residuos agrícolas y trazabilidad de plaguicidas. Asimismo, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) supervisa los estándares de inocuidad en los productos químicos usados en la cadena alimentaria. La convergencia entre regulación, innovación y responsabilidad empresarial está transformando el perfil ambiental del sector industrial químico mexicano.
Las tendencias globales apuntan a una “química más verde”. La misma se basa en la eficiencia energética, la reducción de residuos y la sustitución de insumos peligrosos por alternativas biodegradables. En México, estas metas se alinean con los compromisos de sostenibilidad del Plan Nacional de Desarrollo y con las políticas climáticas de reducción de emisiones.
Las empresas líderes del país están incorporando principios de procesos de fabricación sustentables:
El objetivo no es solo minimizar impactos, sino también fortalecer la competitividad a través de la eficiencia. Una industria química más limpia y tecnológicamente sofisticada impulsa a otros sectores —desde la agroindustria hasta la energía— a evolucionar en la misma dirección.
El desarrollo del talento científico es un pilar para el crecimiento del sector industrial químico. Universidades y centros de investigación mexicanos trabajan junto a empresas para mejorar la formación en procesos químicos, materiales avanzados y biotecnología.
La adopción de tecnologías digitales (como la inteligencia artificial o los gemelos digitales) en los procesos industriales permite simular reacciones, predecir emisiones y optimizar recursos. Estas herramientas representan una ventaja competitiva para un país que busca posicionarse como líder regional en innovación química.
El desafío es asegurar que la modernización del sector se traduzca en amplios beneficios en lo económico y social. En este sentido, el foco está puesto en mejorar la calidad de vida sin comprometer los recursos de las generaciones futuras.
En conclusión, la industria química mexicana se consolida como un eje de integración productiva y tecnológica para múltiples sectores. Su papel ya no se limita a proveer insumos, sino a generar soluciones inteligentes que transforman la manera en que producimos, consumimos y protegemos el entorno. Las soluciones químicas para el campo y la industria, acompañadas de una adecuada gestión ambiental, habilitan un desarrollo caracterizado por eficiencia y sostenibilidad. El futuro del sector industrial dependerá de mantener este equilibrio.
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